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viernes, 23 de noviembre de 2012

de: "Pócimas y otras intensidades"





(...)"En aquellos días no se sabía que aquel Brujo debía esperar más tiempo para enamorarse. Y que sólo lo haría cuando una mujer desmedida y confusa, sin nombre y sin aldea, apareciera en las noches de los confines, desapareciera en los amaneceres.
Hoy es una noche de esas, con esa Luna niña…con esa Luna grande… con cientos de flores de jacarandaes que regaron las veredas, con jazmines que ondulan en el aire. Con esa música tenue, ese saxo, esa guitarra y la memoria que canta.
Hoy, ese Brujo lobo, ese Mago hombre…ha de venir a buscarme, porque sabe que en los confines, una mujer desmedida, en la madrugada…con la madrugada…desaparecerá hechizándolo"(...)



©® y RNPI Susana Inés Nicolini
(de: “Pócimas y otras Intensidades”)

Todos los Derechos Reservados

lunes, 12 de noviembre de 2012

nacido




Allá,
soy aun estremecido,
aquel que fuera, límite
indeciso de azar e intemperie.
Infinito
diminuto
estremecido
ajeno y visitante.
Ojos lívidos
por el ahogo
y también
la destrozada mano
del mendigo.

©® y RNPI de Susana Inés Nicolini
(todos los derechos reservados)

viernes, 26 de octubre de 2012

sentidos






El ardido negro, dentro el Sol quemaba. Muertos mis ojos, una cruel ciénaga se reflejaba debajo de mis pies.
Sentía como me deslizaba en un terreno tumefacto con siniestra simpleza.
La idea de pronunciar una sola palabra me heló. Quizá no debía esperar transmitir ninguna sensación, más que la repugnancia del silencio absoluto de esa estéril inmensidad: la mente humana.
La completa uniformidad de
l paisaje: nada alcanzaba a oírse, nada se veía, salvo una vasta extensión de terror nauseabundo.
¿Me encontraría en el borde del mundo?
Decidí dormir poco esa noche, dispuesto a internarme en el fondo de lo onírico.
La joroba de la luna resultó estar mucho más cerca de mí que lo esperado. Su contacto helado me despertó. Ese sudor frío de siempre me acometió nuevamente. Mis imprudentes ruinas, guiadas por el caos inconsciente, me relevaron de una nueva tumba.
Entré en terror mezclando recuerdos de mi paraíso perdido y el pasaje tenebroso hasta la vida. Luego la luz y el grito.
A partir de ese momento, regiones confusas de memoria y visiones recortaron mis minutos, uno a uno. Ahora volaba sobre la punta del risco, o al menos trataba, nuevamente, de desplegar mis alas.
¿Quien era yo?
Una voz profunda y vigorosa se abatía sobre mis recuerdos, expulsándome de aquella tierra intuida.
¿Quien era yo?

Súbitamente, del centro del paisaje, surgió una cara de enormes proporciones. Una cara perfectamente tallada con marcas desconocidos.
Ya casi terminamos, escuché decir, antes de que mi brotara un sonido inusual; potente señal acústica que aturde… aturde y acobarda como una odisea, como un aborto.

©® Susana Inés Nicolini
(Todos los derechos reservados)

sábado, 13 de octubre de 2012

XII



Aun quedan algunos
propietarios del silencio
mezclados con los ecos
de los que repican al aire
su voz más formidable;
verdades de los ahogados
trágicamente insepultas.
A veces encuentran trincheras
en los muros de sus casas,
dividiendo la mitomanía colectiva
de las sombras anudadas
a las esquinas,
como si vivir fuera
una batalla eterna.
Sorpresa la de éste mundo
del que desconfían los humanos
y en el que las miserias
azotan el horizonte.
Como peregrinos tristes
o al menos, muy cansados,
van los hombres detrás de
sus dioses, alabando
promesas que ya no creen.
Sorpresa de la éste mundo
donde
llorar, reír, es sólo un instante
para los caídos,
para los que noche a noche
rodamos
ente el hades y el olimpo.


RNPI de Susana Inés Nicolini
(Todos los Derechos Reservados)

jueves, 11 de octubre de 2012

gitanos







Ramas de zarza, semillas de ciprés, una lágrima fresca de jazmín, un haz de luz de luna, un beso del amanecer, algunas briznas de escarcha, varios copos de sol, cinco acordes de guitarra, un brinco de algún dios, siete miradas de lobo, una pizca de sombra de mago, tus manos en cuenco, mis ojos en los tuyos y ya está lista la pócima…
Hoy tengo gitanos en mi almohada.



©® Susana Inés Nicolini
(Derechos Reservados)

lunes, 8 de octubre de 2012

"como la luna"



Es sensible al aullido de los lobos,
y a los taxis,
su amor por la noche,
inevitable,
y su amistad con las estrellas,
eterna.
Quisiera tener una heredera,
una impostora,
una discípula creada a su imagen
y semejanza;
alguien que guarde el desvelo
y dignifique su esplendor.
Que sepa tanto como ella
de seducción y de soledad.
Que tenga tanto de cisne
como la erguida belleza de
sus claros.
Que pueda narrar historias
sobre los jardines del edén
y las puertas del hades.
Que continúe su estirpe
enamorando a los torpes,
fértiles para la sinrazón
del amor en los poemas.
Y permitirle dormir y soñar
con sueños propios,
rodar sobre las calles vacías,
desaparecer en el río,
correr libre por el cielo
como una niña
(como la que fue)
jugando con las brujas,
y viajar una y otra vez,
desnuda
volviendo a ser el amuleto de agua
entre los pescadores,
los faros, los artistas,
los besos de los amantes,
y las lluvias frías que calman
la sed del verano.

Un saxo tenor derrama
parte de sus secretos en su paseo,
y ella ríe sobre el Río de la Plata
hasta alborotarlo, sabiendo
que volverá a vestirse de seda
y quedarse en las altas
torres del silencio, porque
es lo que está mandado.

Los hombres le han cantado
desde hace milenios.
Fueron tantos. Si pudiera
recordar al menos
en particular a uno,
a ese que la dejó bajar por
una calle de Buenos Aires
rodando…
Si pudiera recordarlo,
y volver a bailar y bailar,
con el alma tranquila
y dulce, llena de una balada.

Bailar y bailar emocionándose,
hasta caer muerta sobre el púrpura
de los patios
incendiados de pasión,
y volverse loca, otra vez…
loca…loca…

©® Susana Inés Nicolini
(Todos los derechos reservados)




martes, 18 de septiembre de 2012

del Sud



"El tiempo no tiene una si no muchas ruedas. Una rueda para las personas de corazón lento, y una rueda para las de corazón apresurado. Ruedas para las criaturas que envejecen lentamente, ruedas para las que se hacen viejas con el día. ¿Cuánto tiempo es un tiempo?
Si me preguntan, diré que los que cuentan diez cosechas, han visto el tiempo de crecer a un niño. Pero deberé agregar que las luciérnagas contaron por cientos y cientos, las generaciones muertas en ese mismo tiempo sin memoria, y para la montaña apenas es un instante.
Dicen que el hijo de la Muerte, dispone de más tiempo que una montaña.
Oh tristeza del sol que vería morir a los hijos. Dolor de la Tierra que los recibiría antes de tiempo. El Padre y la Madre se miraban entre ellos.
Entonces… la flecha zumbó en su vuelo, y se ensartó en el corazón del guerrero, con una precisión que hubiese podido pasar por misericordia.
Del otro lado del mar, del vasto y temible mar, los que un día partieron, un día llegaron. Entre la corriente y la piedra; gotas de agua, gotas de Brujo, hicieron el resto.
El águila, el puma, el lobo, y la Magia enrojecieron el atardecer. Y fue con ellos la belleza de la Creación, y las danzas olvidadas fueron recordadas, y el agua de maíz servida y los pasteles de calabaza dulce volvieron a la mesa. Las mujeres olvidaron sus sandalias y los hombres picaron las hojas de tabaco; los pájaros del verano regalaron sus plumas coloridas. Y así fue el día, y así la resurrección. Porque también en las Tierras del Sud, hubo una Magdalena, una María y un Hijo."


©® Susana Inés Nicolini
(todos los derechos reservados)

lunes, 10 de septiembre de 2012

"2012"


Va
sobretodo en vuelo
con la arrogancia del que anhela
sucio de tardes y lunas
encendido de cegueras
infinito de luces
al hechizo de la noche
llenos sus bolsillos de cenizas
inflamado de pasiones

anda
maniático y silente
turbando aves y arpilleras
saludando callejones con sombrero,
trazando fronteras de papel
y de maderas…

sigue
hambriento y exaltado
con la espalda en cruz
desorientado
insepulto e inhóspito
hacia la ronda
del último suicidio.
Llega…


©® Susana Inés Nicolini
(Todos los derechos reservados)

sábado, 25 de agosto de 2012

sólo por ésta noche





Igual que quien visita por segunda vez
la escena del crimen
así pasea la imaginación
por el ángulo sobreviviente de las mesas.

Con discreción se buscan rastros
como si de verdad hubiera acontecido
algún crimen.
Todo está en orden, se dice,
aunque éste es el lugar donde la espera se comete
ferozmente fiel a un cigarrillo.

Pero la muerte no está en éste lugar de tazas
ni en ésta aldea de sillas iguales y anónimas,
ni es ésta tropa de caras como de otro planeta
porque no fueron testigos.
Lo que se bebe es el silencio ocupando un
espacio demasiado amplio,
y ése sí es el lugar donde la encuentras.

Van transformándose esos rostros de
desdichas ignoradas
hasta alcanzar el cargo de verdugos.
Se medita en silencio: ¿es amor o es miedo?
Entonces emerge lentamente dividiendo el crepúsculo
la estampa temible de un espectro.
Atemoriza oírlo,
la voz peleada con la vida:

-recuerdas tu reputación de reina solitaria,
y sin embargo, de tu Lancelot, que ya duerme
lejano, nadie, ni tú, valuó
 el amor que amortajó su cuerpo-

Siniestro el velo de vocablos que se aquieta,
helado, cuando el diálogo culmina.

Trona limpia la fila de tazas en la barra,
se invierten sillas y la gente acarrea
los aromas de las voces.

La ilusión se demora sobre las huellas
de los pasos; de un ser real sólo
queda la niebla de alguien que no estuvo
en ésta silla vacía,
y que se ha fugado del espanto,
al menos
sólo por ésta noche.


©® Susana Inés Nicolini
Todos los derechos reservados

viernes, 24 de agosto de 2012

ahora


Hermano Corazón ¿qué debo hacer ahora? A un costado de mi alma brilla la piedra de jade, la voz de las adulaciones, muertos los pájaros del cielo abierto, de los veranos... de los inviernos. Llena la experiencia de lunas y de soles. De palabras que ya no suenan como antes y que nunca volverán a sonar igual. Sin embargo los sueños aun están en la colmena. Y son gatos, y son lobos, y son águilas...
Hermano Corazón ¿qué debo hacer ahora? Ahora que dejé de entender lo que es amar.

©® Susana Inés Nicolini
(Todos los derechos reservados)




lunes, 13 de agosto de 2012

duda





"No existe una duda peor que la que se siente cuando todos los demás coinciden en una certeza; porque es una duda que empuja hacia la soledad"

©® Susana Inés Nicolini

sábado, 4 de agosto de 2012

Cante

Foto: Stamatis GR

Saladamente caen las horas
espiraladas, tristes y bruscas,
en obituarios cotidianos,
cuando los nocturnos clavos
del recuerdo miran atrás
para saberte,
hueca angustia del verbo
sentir,
porque están yéndote

y yo aun no llego.



©® Susana Inés Nicolini 


Nota: éste pequeño poema fue realizado durante un intercambio, entre escritores, en mi Facebook, casi en un juego, y  no se sabe bien cómo "desapareció". Por supuesto están hechos todos los registros de propiedad intelectual que marca la Ley, y además, con ésta publicación dejo testimonio de ello.

miércoles, 18 de julio de 2012

gestación






Escribo un poema,
diseño un útero paradojal
de simiente y palabra.

Escribo un poema,
y en ese inmaterial simulacro
doy vida perdurable.

Escribo un poema,
y viajo en ese torrente celular
de la voz, entre existencia
y muerte.

Escribo un poema.
Metáfora de hueco tibio:
una matriz,
y adquiero una nueva certeza.

Escribo un poema.
Un templado ser
que a ratos desconozco.
Una forma nueva, impiadosa, de mi yo.

Escribo un poema.
Metamorfosis de lo infinito...
y en el subsisto
unigénita.



©® Susana Inés Nicolini
(Todos los derechos reservados)

lunes, 7 de mayo de 2012

verte





Alguna vez soñamos
la pálida lluvia de pétalos
que inunda,
la frente pensativa de la luna
cuando los amantes
se recuerdan.
Reflejos multicolores
que increpaban, cómplices,
a tus pupilas:
misteriosos
cristales de septiembre.
Era el tiempo de la juventud,
cuando tu presencia
fue tan necesaria
como la algarabía de las tardes;
tan vanidosa como tu escote
afrentando transeúntes
conocedora de artes
y de ofrendas,
y tan eficiente enardeciendo
mi cuerpo tenso:
triunfo indudable de los
engranajes de la sangre.
Y quise encontrarte al borde
de mi mismo, como un pájaro
altivo, sin conformarme
a las ofertas del sueño…
y fue una vez
y fue una noche
rectangular y violeta, que previó
el atardecer de tu cuarto a solas.
Era el tiempo de la juventud,
corazón de naipes,
cortos latidos de amores errantes.

Luego el prisma de las voces austeras,
de las lágrimas dulces,
de las obvias quejas lánguidas
e inquietantes esperas…
y más atardeceres
y más noches
pero vacías, ebrias de nostalgias,
muertas de piedad y callejeras.

Hoy te vi, infinitamente te vi,
sobre la estepa gris
de la calle Suipacha,
como estatua hecha de carne de jazmín
cubierta de cielo tu piel ligera.
Con la avidez de un arqueólogo
busqué la almendra pálida
de tus ojos
pero no hubo tiempo,
o tal vez hubo demasiado.

Cien caballos de fuego
desorientados, galoparon
mis entrañas,
anudaron mis voces
callándome…

Era el tiempo de la juventud
¡Aquel!
Y ahora,
es el tiempo del silencio…


©® y RNPI deSusana Inés Nicolini

 (Imagen de Anna Morosini)

miércoles, 11 de abril de 2012

alas de barro







En el vértice de la sombra
se había quedado
ese amor, lejos, dormido,
frente a los santos de su alcoba.

Ahora, una mirada distinta,
con un gesto más frío
acunaba al crucificado,
transeúnte de su almohada.

A la sombra del viento
como un sortilegio,
el temporal nuevo
de tu piel rogaba
a la cruz y la aldaba,
al claustro empedrado,
al libro ajado, áspero y sagrado.

Ni látigos, ni pinchos, ni todo el ayuno,
pudieron escarmentar tu cuerpo
ni enmudecer su comunión.

Era un arma mortífera
su boca y su caricia,
la sábana cálida y crujiente,
y el aroma a pan de maíz
por la mañana.

Era un presagio
su toca y su camisón joven, y
tus ojales mansos, desterrándose,
entre los dedos largos.

Era una larga pena, la pena
del dios de sus antepasados,
y la oración trashumante
que implora de boca en boca,
y ata con cuerdas sus manos.

Era una condena,
lo sabias,
y tus alas sólo barro.


©® y RNPI de Susana Inés Nicolini

viernes, 30 de marzo de 2012

Cómo quisiera...





Cómo quisiera volver a la noche o al poniente del día en que nos conocimos. A la palabra fresca en madrugada, a la risa tipeada desde el alma.
Cómo quisiera hacer que la clepsidra diera marcha atrás tanto trabajo de horas almacenadas vaya a saber dónde, vaya a saber cuándo.
Cómo quisiera la inocencia de los hechos de amor desprevenidos, de las caricias eternas y frágiles, de la lenta miel de los besos remotos.
Cómo quisiera la ilusión de una costumbre nueva, y el misterio de las cosas que nos ignoran y que se ignoran.
Cómo quisiera errar de nuevo a la verdad para volver a tener dilatadas vigilias emocionadas.
Cómo quisiera, después de tantos viajes, un simple atardecer en los vidrios de la ventana de la casa elegida, llanamente.
Cómo quisiera retomar los arquetipos, las mas grandes aguas, el mar de la escritura en sus surcos, el olor de las noches y del alba, entre la acechanza del horizonte. La felicidad de ser valiente otra vez, firme en las sombras de los huertos, dormida brújula que ya no descifre las borrascas.
Un arduo cristal que me adivine como antes, en pasión por la batalla.
Cómo quisiera de nuevo los ríos seculares, el perdido laberinto, el sagrado libro aún no abierto, la boca frugal del beso primigenio, y la agonía del que espera un rostro sobre el que se inclinará sin complejo ni prejuicio.
Cómo quisiera rescatar el tiempo y la divina gota de sudor que por primera vez manchó mi sábana.

miércoles, 21 de marzo de 2012

otoño


Ya levanta el verano sus ligeros manteles, y el otoño, sin alzar aun la voz, lo está viendo alejarse: cómo mueve sus verdes parasoles, como arrastra –soberbio- su cola de pavo real y pedrería. Nada ha cambiado en apariencia, pero el otoño hará sonar su música, inevitablemente, una canción que no tiene retorno. Tendremos que ir cerrando las ventanas.

Yo me pregunto, como si mi corazón no fuera mío ¿qué será de aquella locura sonora, de aquel atrevimiento? ¿Quién asegura que no ha cambiado nada? Floreció y marchitó la flor más dulce, pasó el violento rapto que no podía durar, la plenitud vehemente hecha para un solo día…
Antes teníamos coraje: las inseguridades y la impaciencia nos punzaban, y tomábamos medidas oportunas para no perder lo aun no perdido.
Será que los castillos inexpugnables han sido, ya, expugnados; los acompañantes insustituibles han sido sustituidos; todos los amores inolvidables, olvidados…
No, si no que fuimos embozando los largos filos que nos ensangrentaban.
¿Es que somos más fuertes? No, acaso, simplemente somos más nuestros y hemos ido cerrando las ventanas. O es, acaso, que comenzamos a ser cada vez menos, y volvemos la mirada hacia dentro.
La sangre se nos hace perezosa. Y el llanto…

Los solitarios ¿qué esperan del otoño? Quizá el atardecer –esa es nuestra hora- , las frías llamaradas del sol que se deja caer sin resistirse, sin asirse a las copas de los árboles, a los tejados, a las familiares fachadas delante de las cuales esperamos el milagro.
El sol está cansado, lo mismo que nosotros. Se abandona en brazos de la noche anticipada. ¿Qué pueden esperar los solitarios? ¿Habrá acabado todo? Sin embargo, quedan cosas..., no es que las cosas mueran, es que nosotros nos hemos ido de ellas, como se va el río.
Somos nosotros los que no volvemos.

La canción de los otoños no tiene estribillo.

De ahora en adelante los invitados al jardín, serán cada vez menos. Entrarán más despacio, hablarán en voz baja. Se oirá más apagado el cantar de la fuente, e irán enmudeciendo lentamente los grillos. Se acortará la luz, se ensancharán las sombras. Camino del solsticio, muy perezosamente, como la sangre.
La oscuridad se obstinará en los rincones. La soledad sonreirá.

Hay una edad en la que todo es verano, y otra en la que el otoño -el otoño es también la armonía del mundo- se instala como un rey, incomprensible y evidente, dentro del corazón. No es un usurpador, ni un tirano, ha llegado su hora y nos gobierna sin urgencias, ni apuros. Nos invita a recomenzar cerrando las puertas por las que entraron las intemperies.
Todo está bien. El mundo sigue siendo hermoso…y está ahí... está ahí… y es otoño… cuando lucen más todos los colores.



©® Susana Inés Nicolini

lunes, 12 de marzo de 2012

sobre la Luna Loba

Algunos días
si abrazo me salen plumas
dejo la gravedad
me sustento
en espirales de ángel,
me restriego
contra un hombre desnudo
que suplica con los ojos
sin foco ni pupilas.

Otras veces me pinto cintas
en la piel sustituta
y me dejo crecer los colmillos
afilo las uñas contra las piedras,
arqueo la espalda
y salgo a cazar, vestida con sedas,
mintiendo amores
copiando el idioma de las novelas
coreando rock o pitando jazz
descalza
como una guerrera de nalgas curtidas.


Pero también
hay noches que tengo
la sangre dulzona. Abocada.
Y con cada beso mío
él recibe un lucero
y me pongo un hombre dentro
como quien toma una pócima
para resarcir un poco
tantas heridas. Tantas muertes.

Si el día es fértil
me lamo las punzadas
me apareo
y la luna es una herida de bala
en el vientre
que me abre de sur a norte,
y como toda hembra
aúllo más fuerte
y bendigo la tierra
dispuesta a parir sueños.



©® y RNPI de Susana Inés Nicolini


domingo, 26 de febrero de 2012

habitaciones privadas






Suena el viejo blues de la nostalgia, se quiebra otra partitura, como si el amor tan sólo fuera un contrato de noticias, como si canjeásemos unos desamparos por otros. O como si acaso fuera el corazón, un lugar pagado por unas horas, donde los mundos se hacen semejantes tan sólo porque los iguala la mediación de una fina pared y el sonido de voces vecinas. Paredes que guardan confidencias, vidas transeúntes, nómadas, que por un instante recorren los pasillos de tu alma, y caminan el mosaico de un tiempo feliz; cíclico y tan efímero que basta retirar las sábanas y las toallas que se impregnaron de ti para citar al olvido y para que el lugar vuelva a ser distante e impersonal. Lugares protectores, intensos, tan sólo en el momento en que alguien los habita, interpretándolos como ésos cometas que son. Banquetes de recuerdos a los que no acudes tú, olvidos reformados. Porque eso es lo que tienen las historias que no se acaban solas, que se exaltan, que se engrandecen y espesan llenas de supuestos y se tornan tal vez mas bellas por lo que no fueron. Paredes huecas... Huecas paredes… que cantan, que bailan. Que cantan… que gritan… y muchas, muchas veces lloran:


“Que empiece la burla de la monogamia para ser polígamos en serie, que las putas sean princesas y las princesas putas de monarcas ciegos, que más da, entre todos los naipes siempre hay una reina de corazones.”



©® Susana Inés Nicolini
RNPI 120112

jueves, 9 de febrero de 2012

todas las voces





El día ha abdicado.
Entre nubes y viento, la luz
aun se debate.
En el jardín hay un anochecer
entre verdes y oros,
las nubes se han vuelto carmesí,
fucsia, ciclamen…
El mar se distancia.
Los pájaros pasan, vibrando,
ante la despedida del sol,
abriendo otras fronteras.
Si la soledad ensuciara
no habría forma de lavarla.
Esta puesta no se previó 
para la compañía.
Nunca nadie, delante de ella,
ha tomado la mano de alguien,
en un atardecer o en una noche
fría y clara, de luna llena.
Los membrillos aun están en flor,
los naranjos ya no compiten con ellos.
Los de mis espaldas trepan
la sierra muda y alta.
Los de delante se esparcen
sobre las débiles olas,
y deslumbran de riqueza,
rozados por el moribundo día.
Sobre la mesa una jarra  con alelíes,
lirios, y verbenas, y el aroma
lúcido del clavo de olor y del romero.
Por las ventanas entran también,
a oleadas,
más aromas del jardín,
morados todos,
pero de tantos matices.
La noche se esparce morena y dulce,
sobre las zarzas y las granadillas
Frente a la tarde larga,
el alma es la memoria.
Qué confuso es el aire del ayer.
Qué desolador y cómo pesa.
Busco un recuerdo para deshacerme
de el, pero no encuentro.
Nada ha cambiado,
pero el amor no está,
y no está el hombre.
Ya no hay pan,
ni vino,
ni hambre.
Y como siempre, todo
el amor lleva
la carga de las ánimas
que suben en la hora más azul
por la cuesta escarpada
de las madrugadas.