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sábado, 27 de agosto de 2011

niña perdida





En soplo mortal, ésta noche,
los brujos y notarios
han exiliado al ángel de ternura
y bebido en el vértigo del averno,
donde la luz se abisma
y se recogen seres del frío.
En éste amanecer que no amanece,
con el invierno en la sangre,
su oración enciende
la antorcha de los crímenes,
para que su boca gris
despoje a la niña vestida de lujuria,
blasfemada la inocencia,
concediendo el espejo de lápidas
para matar a pálidas muñecas.

Han volado la arena de las playas,
han pulido las piedras de tus alas,
tu voz se ha poblado de ausencias,
y esa tristeza lila que se expande
cual anémica serpiente de la noche,
como ramera que se niega
a las palabras
te bautizó, con un grito,
en el templo del silencio,
porque éste mundo no entiende
de piedades
y alguien ha puesto precio
(tres monedas)
al puño dulce de tus besos
y al altar de tus sábanas quebradas.