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lunes, 18 de julio de 2011

tristesse







Mi mano busca a ciegas la lámpara
que alumbra y que consuela…


Sí, quisiera saber,
ahora, en ésta nube
de silencios,
qué será de mi alma,
en su momento.
Si se entregará de a poquito,
sin que sufra, en tranquila
aquiescencia;
o dará un salto repentino
a la cima celeste,
o rodará, sin escalas posibles,
hacia el barro del infierno.
Sí, quisiera saber
con ojos de turista
si podrá elegir hospedaje,
el que mejor la albergue,
sin apuro,
con ángeles 
acompañando la primicia.
Si podrá elegir entre
las variables de un menú
sagrado y consagrado,
y ante un coro, ceñido al
repertorio que ella quiera,
encontrar un final armonioso:
en si bemol mayor,
sin fugas,
sin arpegios absurdos,
con franca resonancia
en acople de voces sopranos y tenores
para el último acorde.

Para acceder a ese saber
pudiera, tal vez, repartir estampitas
en los pasillos con humo
de incienso
o madrugar beatamente,
mirándole los ojos a algún dios, 
por un instante, fijamente.
Pero prefiero hacerlo,
escribiendo poemas como éste
que huele a jardín regado
por mamá
cuando atardece,
en un marzo, por ejemplo…