Esta tarde, otra vez, cada
pétalo agitó su pañuelo.
Por los tejados ya humea el
invierno.
Una carne inflamada de
ropajes despide
al tallo verde, y a la
rama caramelo.
Guardaremos la sustancia
de las flores: una piel
mezclada entre los dedos,
como modelada
toda ella de satén. Vestido
y muslo, seno y blusón
recogerán sus istmos,
sobornados por el fuego,
para hacer el amor
detrás de los escudos
nevados.
Una vez más, con el mismo
impulso
el viento, incesantemente
de viaje,
jugueteará con las arañas
de cristal
y acaso –por momentos-
hasta olvide
que no hay forma de vencer
a las rosas.
©® Susana Inés Nicolini
Sue_*
Pintura: La route de Louveciennes. Camille Pissarro 1872.
Museo de Orsay. París.