Suena el viejo blues de la nostalgia, se quiebra otra
partitura, como si el amor tan sólo fuera un contrato de noticias, como si
canjeásemos unos desamparos por otros. O como si acaso fuera el corazón, un
lugar pagado por unas horas, donde los mundos se hacen semejantes tan sólo
porque los iguala la mediación de una fina pared, y el sonido de voces vecinas.
Paredes que guardan confidencias, vidas transeúntes, nómadas, que por un
instante recorren los pasillos de tu alma, y caminan el mosaico de un tiempo
feliz. Cíclico y tan efímero que basta retirar las sábanas y las toallas que se
impregnaron de ti para citar al olvido y para que el lugar vuelva a ser
distante e impersonal. Lugares protectores, intensos, tan sólo en el momento en
que alguien los habita, interpretándolos como ésos cometas que son. Banquetes
de recuerdos a los que no acudes tú, olvidos reformados. Porque eso es lo que
tienen las historias que no se acaban solas, que se exaltan, que se engrandecen
y espesan llenas de supuestos y se tornan tal vez mas bellas por lo que no
fueron. Paredes huecas... Huecas paredes… que cantan, que bailan. Que cantan…
que gritan… y muchas, muchas veces lloran:
“Que empiece la burla de la monogamia para ser polígamos en serie, que las putas sean princesas y las princesas putas de monarcas ciegos, que más da, entre todos los naipes siempre hay una reina de corazones.”
©® Susana Inés Nicolini
(Todos los Derechos Reservados)
“Que empiece la burla de la monogamia para ser polígamos en serie, que las putas sean princesas y las princesas putas de monarcas ciegos, que más da, entre todos los naipes siempre hay una reina de corazones.”
©® Susana Inés Nicolini
(Todos los Derechos Reservados)