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domingo, 20 de enero de 2013

agosto




Uno comienza a escribir
por la noche
para no morir:
un café, un cigarrillo
y esa paciencia de absoluto
que no se puede ejecutar.
Tal vez haya sido la música
el benefactor de la tarde
el silencio, no obstante,
se ufana en la piel.
A esa hora la vida es un hábito
y uno se da cuenta
que puede morir como cualquiera
que dejó la vida a medio hacer
creyéndola inagotable.
Qué oscura es la ciudad
cuando amanece
cuando laten las sienes
porque sabemos.
La pasión es algo distante
demasiado ajeno
demasiado falible,
sin embargo recordamos los días
en que le creímos
en que la vimos
cruzar la oscuridad
y enamorarnos.
Y uno vuelve a escribir
por la mañana
-costumbre pausada-
y otra vez nos queda
la escritura y el silencio:
ese grito constante
que a nadie le importa.
Victoria feroz de la experiencia.

A todos nos alcanzan
las flechas de algún dios.



©® y RNPI. Susana Inés Nicolini
(Todos los Derechos Reservados)


miércoles, 16 de enero de 2013

verbo y sustantivo...




Toda la luz necesaria
estaba en esa parte
entre vos y yo
como mía y tuya
de alguno o de los dos.
No hacía falta
una mañana prematura
ni una noche feroz
ni encerrarnos los pasos
como si el mundo, cardinalmente,
fuera una cama
sin sentido, por capricho,
volcando los trapos en la tierra
debiendo morderse los ojos
y las bocas y derramarse
por la meseta fría
el verbo, el sustantivo,
con tanta sangre herida.
No hacía falta llenarse los tobillos
de mentiras, de alegatos,
de yuyo y de cenizas.
¡Que estupidez! Piedra y
piedra, dispuestas, desde ahora
a parar el paso, a no dar lugar
en ese lenguaje del decir
que pide flores, y las pide de pie
porque nuestro cielo no era
parcelado
conveniente
predecible
incluso, creí, era probable.
Pero hay tormentas inmediatas
bufonas, inútiles
que se nos caen encima
que espantan las luciérnagas
que traban las lenguas y las vocales
por no decir, por no esperar.
Por no entender la dulce posibilidad
de lo distinto
de ese desnivel…
Entonces el camino se vuelve otro
y nos derrota la simpleza
con su paso rítmico, en silencio,
usando aquellas cicatrices…
y la memoria de lo dicho, traiciona,
y las mañanas vuelven a ser
ese torpe y repetido infierno personal.




©® Susana Inés Nicolini
(Todos los derechos reservados)