Páginas

lunes, 25 de abril de 2011

como la luna



Es sensible al aullido de los lobos,
y a los taxis,
su amor por la noche,
inevitable,
y su amistad con las estrellas,
eterna.
Quisiera tener una heredera,
una impostora,
una discípula creada a su imagen
y semejanza;
alguien que guarde el desvelo
y dignifique su esplendor.
Que sepa tanto como ella
de seducción y de soledad.
Que tenga tanto de cisne
como la erguida belleza de
sus claros.
Que pueda narrar historias
sobre los jardines del edén
y las puertas del hades.
Que continúe su estirpe
enamorando a los torpes,
fértiles para la sinrazón
del amor en los poemas.
Y permitirle dormir y soñar
con sueños propios,
rodar sobre las calles vacías,
desaparecer en el río,
correr libre por el cielo
como una niña
(como la que fue)
jugando con las brujas,
y viajar una y otra vez,
desnuda
volviendo a ser el amuleto de agua
entre los pescadores, 
los faros, los artistas,
los besos de los amantes,
y las lluvias frías que calman
la sed del verano.

Un saxo tenor derrama
parte de sus secretos en su paseo,
y ella ríe sobre el Río de la Plata
hasta alborotarlo, sabiendo
que volverá a vestirse de seda
y quedarse en las altas
torres del silencio, porque
es lo que está mandado.

Los hombres le han cantado
desde hace milenios.
Fueron tantos. Si pudiera
recordar al menos 
en particular a uno, 
a ese que la dejó bajar por
una calle de Buenos Aires
rodando…
Si pudiera recordarlo,
y  volver a bailar y bailar,
con el alma tranquila
y dulce, llena de una balada.
Bailar y bailar emocionándose,
hasta caer muerta sobre el púrpura
de los patios
incendiados de pasión,
y volverse loca, otra vez…
loca…loca…


©® Susana Inés Nicolini
(Todos los derechos reservados)

jueves, 14 de abril de 2011

ensalmo


Aun teníamos los espejos de abril
para incendiar  las tardes del otoño,
que esfumaba, lejano, el fondo
de alguna visión.
También teníamos el gusto intacto
en nuestras sonrisas
para saltar el cerco de las noches
sin luna e ir hacia ese otro mar:
el que lloraban tus ojos.
Y una risa sincera que podía
apagar el sonido de los grillos
y el canto de alguna cigarra.
Un navío de luces blancas,
que se perdía en el nudo de las playas;
y una guitarra que conocía el sabor
de las lágrimas
y las caricias de Málaga.

¡Es un río ebrio y una calle 
lejana la de los sueños!

Al filo del sol, como balas, las notas
hirieron las cuerdas
con la primera verdad.
Fantasma y puñal fueron
la misma cosa…
Morí esa vez, y luego otras tantas
siendo cierta la voz de la incertidumbre.
Mas…
Miró, Goya, Lorca, Picasso o Paloma,
todo cupo en el haz del aliento.

¡Es un río ebrio y una calle 
lejana la de los sueños!


Sin embargo hay pies, como los míos,
que saben
dónde están los brujos nocturnos;
hacer un pacto y volver
desde el vacío y la sed.

miércoles, 6 de abril de 2011

en el poema





A la espera de alguna maravilla
me he quedado.
Las ideas se han vuelto de repente
pájaro sin vuelo,
playa sin pisadas
eco de algún eco,
puerta clausurada.
El abismo ha brotado
en mi mirada
como pálida anémona.
Del humilde saco de
mis musas
los párpados cerrados de los astros
han extinguido las lenguas
del sol
y el agua de esmeralda.
El campo ya no cimbra
augustos girasoles,
ni los surcos de la tierra dan frutillas.
Los labios besados en
otro tiempo
se han convertido en líquenes
amargos.
Naufragan las palabras
en el mar de mi silencio.
El aura del artista
se ha recluido
confinada en el sueño de lo errante.
Las lágrimas dulces,
como licor de llanto,
cancelaron sus fórmulas alquímicas.

Es la hora de la inquietante espera,
la inspiración destinada a mi pluma
se ha detenido en los valles
del delirio y en etéreas raíces,
en rumores de lamentos;
en el hombre que mira su copa vacía
justo cuando la sed comienza.

¿Dónde estás?
Pregunta mi muerte y mi piedad,
cuándo mi corcel, que no sabe de riendas,
sale a buscarte en el filo del día,
con la barca de la noche precipitándose;
porque debo encontrarte,
más allá de bastas regiones tenebrosas,
en el mínimo roble o el indeleble acero,
en la palabra negra, en la palabra blanca,
o en el hontanar sombrío…
Como sea, debo encontrarte,
como sea…
Acaso, tan sólo estés en el poema.