El abismo ha brotado en mi mirada.
Los astros extinguieron
sus párpados azules.
El amor se ha vuelvo, de repente,
pájaro sin vuelo
playa sin huellas
anhelo inmóvil
besos clausurados.
Las aguas de esmeralda
de la víspera
son, hoy, ciénaga y silencio.
La tarde ya no sabe de
cabalgatas hacia el poniente,
y la noche es una lengua
oscura naufragando
en la
Estigia.
No ha querido Caronte,
ni siquiera, cruzar su barca
hacia ésta orilla,
porque hemos salido tan rápido
que olvidamos las monedas.
Hoy han volado los cuervos
sobre el mar encrespado.
Inédito suceso que marca
la novedad y la mentira.
Puedo decir que nos queda
el licor del llanto
sobre la blancura de los Salmos.
El lobo ha pronunciado
su último aullido, como puñal
quebrado al alba.
Y
estamos temblando
hechizados de adiós
y de tristeza…
boqueando, fuera del río
del encanto, sin los labios,
sin las manos,
sin liturgias entre sábanas
ni gusto a labios frutados.
Ya, ni tu boca
ni la mía
sabe volver del destierro.