El agua en
nupcias con el cielo
arrastra su
velo azul grisado;
unas aves
negras, pequeñas,
solitarias,
emigran
hacia un horizonte
más
condescendiente.
Sobre la
playa una botella blanca
encierra la
bruma de algún cuento,
Un
recuerdo, una presencia ausente,
como la
muerte.
Entonces me
pregunto:
¿Quién
cortó el paisaje con
el hielo de
las nubes?
¿Quién
quebró su voz entre
las ramas
deshojadas?
¿Quién
calla el ruido del verano
como si
tratara de apagar al mar?
¿Y las
risas de los niños,
y el
susurro del agua,
y tus pies
pequeños mecidos
por el aire,
y tus ojos
tanteando el camino
de regreso?
Y ya
llueve…
Y entre el
blanco y el negro
se esfuma
ésta boda de silencio.
Ya no embriaga
el viento
como antes,
ni un
torrente de ecos dispersa
el vacío de
mis deshechos sueños.
Sobre el
lento papel de ésta carta
con el
arabesco de mi pluma
te estoy
diciendo adiós,
-y es causa
justa-
que mi alma
cansada de extrañarte
vacile,
peregrina, y se empeñe
en fugar
hacia nuevas
flores
amarillas.