París me abre sus desagües sólo nombrarla quema mis vocales.
Es una espiga que hará pan con fusas y corcheas; abre sus fauces y yo abro las mías para tragarnos mutuamente. Toda la eternidad se ampara tras el vitraux infinito de sus luces, mientras amordazado detrás de cada uno de sus haces me calo el amor de su febrero, y sobrevuelo cúpulas, tejados, pesadillas. Sé que atravesarla será la muerte de mi muerte y más aun… pero mi espanto está dispuesto a deshojarse: París es toda una insolencia y yo soy un insolente. ¡A mi… ya no me espera ningún cielo!