Cómo
quisiera volver a la noche o al poniente del día en que nos conocimos. A la
palabra fresca en madrugada, a la risa tipeada desde el alma.
Cómo
quisiera hacer que la clepsidra diera marcha atrás tanto trabajo de horas
almacenadas vaya a saber dónde, vaya a saber cuándo.
Cómo
quisiera la inocencia de los hechos de amor desprevenidos, de las caricias
eternas y frágiles, de la lenta miel de los besos remotos.
Cómo
quisiera la ilusión de una costumbre nueva, y el misterio de las cosas que nos
ignoran y que se ignoran.
Cómo
quisiera errar de nuevo a la verdad para volver a tener dilatadas vigilias
emocionadas.
Cómo
quisiera, después de tantos viajes, un simple atardecer en los vidrios de la
ventana de la casa elegida, llanamente.
Cómo quisiera retomar los arquetipos, las mas grandes
aguas, el mar de la escritura en sus surcos, el olor de las noches y del alba,
entre la acechanza del horizonte. La felicidad de ser valiente otra vez, firme
en las sombras de los huertos, dormida brújula que ya no descifre las
borrascas.
Un
arduo cristal que me adivine como antes, en pasión por la batalla.
Cómo
quisiera de nuevo los ríos seculares, el perdido laberinto, el sagrado libro
aún no abierto, la boca frugal del beso primigenio, y la agonía del que espera
un rostro sobre el que se inclinará sin complejo ni prejuicio.
Cómo
quisiera rescatar el tiempo y la divina gota de sudor que por primera vez
manchó mi sábana.